jueves, 5 de julio de 2012

Fuego...

Las llamas arrasaban todo a su paso. Su hambruna no cesaba pese a engullir con ansia cada pedazo de bosque. Lo que verde era antes negro se tornaba, habiendo pasado por rojo candente. El fuego no entendía de limites ni se detenía a cribar aquello que alimentara mejor sus ansias de destrucción. A su paso morían árboles, matojos y animales por igual. Pese a todo esto lo único que molestaba a Claudio era el humo que, pertrechado con una cantidad inmensa de cenizas, las arrojaba tiñendo su casa de campo, situada a varios kilómetros del incendio, de un gris negruzco. Claudio era un hombre relativamente joven, exitoso en los negocios como pocos y que había acumulado una cantidad importante de capital en los últimos años. Había ordenado construir su casa de campo 3 años atrás con el fin de emplearla de picadero a espaldas de su mujer más que para pasar los meses de verano. Tras estos años de engaños, su mujer, Pamela, que ya se olía lo que pasaba, inició una reforma prácticamente completa de la mansión donde residían ella y su marido. Usó esto como subterfugio para ir a pasar una temporada a la casa de campo, única alternativa como vivienda mientras las obras tuvieran lugar. A causa del repentino traslado de hacía unos meses Pamela había estado pegada a Claudio prácticamente todo el tiempo, menos las horas en las que trabajaba. La falta de sexo en la vida de Claudio lo tenía desquiciado pues no podía desfogarse con muchachas de compañía, claro está, ni podía yacer con su mujer que cada noche ponía una excusa diferente para apaciguar la lujuria desenfrenada que en él latía. Fue por esto que intentó hallar algún pasatiempo. Su búsqueda habría sido en vano si no se le hubiese ocurrido unos días atrás la idea de construir un campo de golf. No obstante, dicha idea tenía una pega importante, los terrenos que rodeaban la parcela de la casa de campo estaban repletos de una variada vegetación que se había declarado protegida unos años antes, cosa que no dejaba de maldecir Claudio desde que, dos años atrás, hubiese querido construir una piscina para sus visitas furtivas y el ayuntamiento no se lo hubiese permitido. Sin embargo, aquella vez iba a ser diferente. La vez anterior no había querido hacerlo para no causar problemas al ministro, cuya tarea era proteger los bosques des país entre otras cosas, que era amigo suyo. Pero esta vez, con un partido político gobernante diferente las cosas habían cambiado. De esta manera el incendio comenzó. Por la codicia y el deseo injustificado de destrucción, acompañados de unas ansias tremendas de demostrar poder, Claudio mando quemar toda la parte oeste del bosque donde construiría su codiciado campo de golf. Durante el incendio, con el servicio con el día libre y con su mujer visitando a sus padres , Claudio se regodeaba en un maquiavélico placer que superaba a cualquier otro. Los horas pasaban y el fuego continuaba chamuscándolo todo. Claudio decidió salir para ver su obra de destrucción. Escapando a la vista de los bomberos que desesperados trataban de vencer a la falla, se adentro hasta poder ver las llamas a tan sólo unos metros. Allí se quedó un buen rato pensando en sus proyectos, hasta que, para su sorpresa, se dio cuenta de lo rápido que había avanzado el fuego. Éste ya estaba situado a su vera. Intentó escapar pero no pudo. La pira ya le envolvía ahogándolo en calor y humo. Mientras las flamas y el dolor descomponían su cuerpo un único pensamiento poblaba la mente de Claudio, que a la par de absurdo como último pensamiento también era irónico. Lo que Claudio penso fue: "Si ni siquiera me gusta el glof..." Aquí se acalló la mente del perturbado que siguió ardiendo en las profundidades del infierno.