sábado, 8 de diciembre de 2012

Dolor de amores

Hacia meses que no la veía. En esos meses se había logrado olvidar de su larga y morena melena, su suave y blanca tez, de sus profundos ojos que cada vez que se posaban en él lograban que se sintiera especial y afortunado y de esos momento en los que casi se atrevía a decir las cosas que sentía por ella. La había idealizado hasta el punto de fantasear con un mundo caprichoso en el que sólo él podía tocarla y dirigirle la palabra, ya que únicamente él estaba a un nivel intelectual equiparable. Habían pasado semanas e incluso meses y pese a ser en su mundo irreal un hombre poderoso y valiente en la realidad no se sentía capaz de confesarle lo mucho que la quería. Soñaba con ella y en cuanto se descuidaba su mirada se desviaba hacia la chica con el deseo desesperado de ser recompensado con una sonrisa suya. Al final llegó un momento en el que ella ocupada en sus quehaceres ni le dirigía la palabra pese a haber sido buenos amigos. Los últimos días que pasó con ella no fueron del todo agradables, ella meramente le hablaba para comunicarle cosas triviales y que a él le traían sin cuidado. Se le acababa el tiempo tenía que decírselo. Pero no lo hizo. Hace poco, meses después y tras haberse dirigido unas solitarias palabras solitarias esporádicamente, la recordaba cuando pasaba por lugares que solía frecuentar, aunque inconscientemente pues él sólo agudizaba sus sentidos por si la reconocía pero su cerebro no se percataba. Recientemente había visto una vieja foto donde salía con ella mientras revisaba objetos de su pasado. Se había quedado embobado mirándola y se sorprendió a sí mismo haciéndolo. Ahora cuando pasa por donde por los lugares que ésta menudea sí se dacuenta de que la cerca con la vista que a veces se le empaña con unas lagrimas de dolor. Al acostarse en su cama lo único que puede pensar es en lo que podía haber ocurrido de haber sido aquel personaje con coraje de sus fantasías y no el cobarde enclenque que había resultado ser, castigándose con sordos llantos que auguran un ignoto futuro con la desesperanza de no amar a nadie más.

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