sábado, 8 de diciembre de 2012

Dolor de amores

Hacia meses que no la veía. En esos meses se había logrado olvidar de su larga y morena melena, su suave y blanca tez, de sus profundos ojos que cada vez que se posaban en él lograban que se sintiera especial y afortunado y de esos momento en los que casi se atrevía a decir las cosas que sentía por ella. La había idealizado hasta el punto de fantasear con un mundo caprichoso en el que sólo él podía tocarla y dirigirle la palabra, ya que únicamente él estaba a un nivel intelectual equiparable. Habían pasado semanas e incluso meses y pese a ser en su mundo irreal un hombre poderoso y valiente en la realidad no se sentía capaz de confesarle lo mucho que la quería. Soñaba con ella y en cuanto se descuidaba su mirada se desviaba hacia la chica con el deseo desesperado de ser recompensado con una sonrisa suya. Al final llegó un momento en el que ella ocupada en sus quehaceres ni le dirigía la palabra pese a haber sido buenos amigos. Los últimos días que pasó con ella no fueron del todo agradables, ella meramente le hablaba para comunicarle cosas triviales y que a él le traían sin cuidado. Se le acababa el tiempo tenía que decírselo. Pero no lo hizo. Hace poco, meses después y tras haberse dirigido unas solitarias palabras solitarias esporádicamente, la recordaba cuando pasaba por lugares que solía frecuentar, aunque inconscientemente pues él sólo agudizaba sus sentidos por si la reconocía pero su cerebro no se percataba. Recientemente había visto una vieja foto donde salía con ella mientras revisaba objetos de su pasado. Se había quedado embobado mirándola y se sorprendió a sí mismo haciéndolo. Ahora cuando pasa por donde por los lugares que ésta menudea sí se dacuenta de que la cerca con la vista que a veces se le empaña con unas lagrimas de dolor. Al acostarse en su cama lo único que puede pensar es en lo que podía haber ocurrido de haber sido aquel personaje con coraje de sus fantasías y no el cobarde enclenque que había resultado ser, castigándose con sordos llantos que auguran un ignoto futuro con la desesperanza de no amar a nadie más.

domingo, 21 de octubre de 2012

El ángel de Nueva York

Era invierno en la nevada ciudad de Nueva York. El frío calaba entre las más cálidas ropas, ni abrigos ni sobretodos aislaban ese helor, insoportable hasta un punto prácticamente inimaginable. Las calles de Manhattan estaban, lógicamente, vacías, dando un aspecto tétrico impropio de un distrito como éste. Un hombre iba caminado por un callejón impertérrito al frío que asolaba. Un sombrero ajado, una bufanda mal colocada, unos guantes mullidos pero con roturas en las costuras y una gabardina raída por el tiempo era lo único que le cobijaba del gélido ambiente de la noche neoyorquina. Cuando la angosta calle acabó, entró en un bulevar. Justo en ese instante, recortados copos de nieve blanquecina empezaron a descender por un cielo de nueves de un gris pálido y sin vida. El hombre, raudo, aceleró el paso. No tenía ningún sitio al que ir en realidad pero tan sólo el no dejar de moverse era su único aliciente para aferrarse a una vida que le había negado todo. No tenía hogar ni familia y apenas lograba encontrar algún alimento pasajero que llevarse a la boca. Después de unos pocos minutos de haber empezado la cellisca, se originó una ventisca que arreciaba. El hombre amedrentado por los fuertes vientos corrió con celeridad para ampararse en el linde de un portal en una finca humilde. Aterido se sentó y se agazapó para evitar perder un calor corporal muy preciado en estas circunstancias. No tardó mucho en delirar y poco más tarde en desmayarse. En su estancia en un mundo situado entre la vida y la muerte, se le vinieron a la mente recuerdos de tiempos pasados no mucho mejores pero más prometedores. Entonces se le apareció aquel rostro angelical, el único capaz de darle sentido a su vida. Hubo una época en la que había sido feliz, una época en la que la miseria y la pobreza no eran capaz de causarle temor ni angustia, una época en la que había estado ella. Hacía años una joven se había apiadado de aquel hombre que dormitaba en un banco de Central Park al que la hambruna había causado estragos dejándolo con una delgadez que hacía que su cuerpo pareciese deforme. Aquella chica amable y bondadosa le había colmado de atenciones y cuidados que él jamás había tenido ni soñado con tener. Ella le había invitado a dormir en su apartamento pero el hombre cohibido había rehusado y había vuelto a su banco en el gigantesco parque. Pese a aquello la muchacha continuó yendo a visitarlo y a darle comida e incluso ropa. Nunca hablaron de por qué ella hacía todo aquello por él. Poco a poco la confianza surgió entre ellos y un día, después de varios meses, la chica le besó. El hombre estaba anonadado no cabía en sí de gozo, pero tampoco se explicaba como él un pobre mendigo había podido conquistar a tan caritativa alma. Entonces por primera vez en todos aquellos meses se fijó en como era ella. El cabello negro cual azabache descendía dibujando ondas hasta romper en los hombros. Los ojos azules de un color potente y precioso casi único, como el cielo en lugares helados, captaban los rayos solares y parecían brillas con una luz de gran intensidad, parecían reflejar los sentimientos de su poseedora. Los labios rojos carmín hacían destacar una sonrisa blanca que tímida trataba de esconderse entre las comisuras. La nariz junto en el medio de la cara era redondeada y lo más parecido a la perfección en este mundo. En definitiva parecía la faz de un ser superior quizá algún ángel extraviado que se dedicaba a cuidar a los pobres desgraciados del submundo neoyorquino. El hombre abrumado no pudo sino preguntarle si efectivamente era una criatura del cielo. Ella con voz pícara le respondió "¿No me ves las alas?". Inconscientemente dirigió la vista hacia donde debería estar el plumaje albar y casi como un milagro allí estaban se alzaban orgullosas hacia el azul infinito. Atónito se quedó admirándolas durante eternos minutos preguntándose por qué no había visto antes algo tan obvio. Volvió a mirarle la cara un corto periodo de tiempo y timorato besó su boca. Aquel ósculo inocente y prácticamente infantil desembocó en algo más apasionado casi llevado al paroxismo. Pronto no pudo soportarlo más y sintió un arrebato de lujuria desenfrenada. La chica-ángel le correspondió con toda su empatía. En un claro entro los múltiples árboles del magnífico parque, las palomas, las ardillas y algún que otro animal indiscreto fueron testigos de una vehemencia nunca antes vista en el universo. Los ritmos candentes,las miradas lascivas y el desenfreno ocuparon toda la tarde y parte de la noche, hasta que agotados un sueño dulce y mágico se apoderó de ellos. Al día siguiente el hombre se despertó tarde en aquel claro en la mullida hojarasca. Miró a su alrededor en busca de su musa inspiradora de vida, pero no había nada más que soledad en cada soslayado rincón. Una abrumadora tristeza por una pérdida irreparable nació en su pecho. Llorando se posó en un tronco pensando en la mujer que tan abnegada se había apiadado de un pobre y hambriento vagabundo y le había enseñado que la vida es más que dolor y sufrimiento. Esto es lo que su cabeza le mostraba al hombre mientras una ambulancia, caritativamente llamada por una vecina del portal, luchando contra el temporal le recogía y le llevaba al hospital más cercano donde lentamente la vida se le iba escapando al hombre que entretanto rememoraba una y otra vez aquella tarde de otoño de otrora. Antes de exhalar el último halo de vida una sonrisa se le dibujó en su maltrecho rostro que le acompañó definitivamente al otro mundo, un mundo donde su ángel de la guarda le aguardaba para revivir una pasión que las brasas del tiempo había mantenido caliente.
Para un angelito de verdad, Mireia

jueves, 5 de julio de 2012

Fuego...

Las llamas arrasaban todo a su paso. Su hambruna no cesaba pese a engullir con ansia cada pedazo de bosque. Lo que verde era antes negro se tornaba, habiendo pasado por rojo candente. El fuego no entendía de limites ni se detenía a cribar aquello que alimentara mejor sus ansias de destrucción. A su paso morían árboles, matojos y animales por igual. Pese a todo esto lo único que molestaba a Claudio era el humo que, pertrechado con una cantidad inmensa de cenizas, las arrojaba tiñendo su casa de campo, situada a varios kilómetros del incendio, de un gris negruzco. Claudio era un hombre relativamente joven, exitoso en los negocios como pocos y que había acumulado una cantidad importante de capital en los últimos años. Había ordenado construir su casa de campo 3 años atrás con el fin de emplearla de picadero a espaldas de su mujer más que para pasar los meses de verano. Tras estos años de engaños, su mujer, Pamela, que ya se olía lo que pasaba, inició una reforma prácticamente completa de la mansión donde residían ella y su marido. Usó esto como subterfugio para ir a pasar una temporada a la casa de campo, única alternativa como vivienda mientras las obras tuvieran lugar. A causa del repentino traslado de hacía unos meses Pamela había estado pegada a Claudio prácticamente todo el tiempo, menos las horas en las que trabajaba. La falta de sexo en la vida de Claudio lo tenía desquiciado pues no podía desfogarse con muchachas de compañía, claro está, ni podía yacer con su mujer que cada noche ponía una excusa diferente para apaciguar la lujuria desenfrenada que en él latía. Fue por esto que intentó hallar algún pasatiempo. Su búsqueda habría sido en vano si no se le hubiese ocurrido unos días atrás la idea de construir un campo de golf. No obstante, dicha idea tenía una pega importante, los terrenos que rodeaban la parcela de la casa de campo estaban repletos de una variada vegetación que se había declarado protegida unos años antes, cosa que no dejaba de maldecir Claudio desde que, dos años atrás, hubiese querido construir una piscina para sus visitas furtivas y el ayuntamiento no se lo hubiese permitido. Sin embargo, aquella vez iba a ser diferente. La vez anterior no había querido hacerlo para no causar problemas al ministro, cuya tarea era proteger los bosques des país entre otras cosas, que era amigo suyo. Pero esta vez, con un partido político gobernante diferente las cosas habían cambiado. De esta manera el incendio comenzó. Por la codicia y el deseo injustificado de destrucción, acompañados de unas ansias tremendas de demostrar poder, Claudio mando quemar toda la parte oeste del bosque donde construiría su codiciado campo de golf. Durante el incendio, con el servicio con el día libre y con su mujer visitando a sus padres , Claudio se regodeaba en un maquiavélico placer que superaba a cualquier otro. Los horas pasaban y el fuego continuaba chamuscándolo todo. Claudio decidió salir para ver su obra de destrucción. Escapando a la vista de los bomberos que desesperados trataban de vencer a la falla, se adentro hasta poder ver las llamas a tan sólo unos metros. Allí se quedó un buen rato pensando en sus proyectos, hasta que, para su sorpresa, se dio cuenta de lo rápido que había avanzado el fuego. Éste ya estaba situado a su vera. Intentó escapar pero no pudo. La pira ya le envolvía ahogándolo en calor y humo. Mientras las flamas y el dolor descomponían su cuerpo un único pensamiento poblaba la mente de Claudio, que a la par de absurdo como último pensamiento también era irónico. Lo que Claudio penso fue: "Si ni siquiera me gusta el glof..." Aquí se acalló la mente del perturbado que siguió ardiendo en las profundidades del infierno.

domingo, 29 de abril de 2012

Sonrisas felices

La felicidad puede ser efímera pero mientras está ahí uno se siente parte del mundo, sonríe a todo el mundo, se ríe de cualquier cosa y su humor es inagotable, vamos lo que es estar feliz. La felicidad se puede hallar en cualquier lugar, en un rato con un compañero, una partida con los amigos, una película con la persona que te gusta, la sonrisa de aquella persona especial, un resultado positivo tras mucho esfuerzo o simplemente un día en el que te levantas alegre, esos días que no sabes por qué pero que no puedes dejar que nada te aplaste sea lo que sea lo superas con la risita siempre en la cara. Pues bien os preguntareis ¿A dónde quiere llegar con esto? Pues es bien sencillo, la felicidad invade mi vida y quería compartirlo con todos. ¡¡¡Os deseo la felicidad eterna!!!

domingo, 15 de abril de 2012

Intolerancia

Un nuevo comienzo siempre es difícil pues nada te suena a cercano, todo te es extraño, no sabes actuar en concordancia con las situaciones y sobre todo está la pega de la soledad. Hay lugares cuya gente le brinda una grata y calurosa bienvenida pero hay otros lugares que tienen personas agrias y más desagradables que el granizo en julio. Son éstos, pues los que se empeñan en martirizar a los nuevos, con la indiferencia en el mejor de los casos y con agresiones y maltrato psicológico en casos peores. La persona a la que suelen llamar "novato" tan sólo puede soportar dicha tortura con valor y esperanzas de que todo vaya a mejor. No obstante de entre las tinieblas siempre sobresale un rayo de luz, que por ínfimo que sea, está ahí. No todas las personas son asquerosas e imbéciles y alguien, aunque sea una sola persona te dará su apoyo con su mejor voluntad y con una sonrisa en la cara que irradia belleza y amabilidad. En resumen la tolerancia y la amabilidad son hábitos que se están perdiendo en la sociedad de hoy en día. Esto es una lástima tremenda porque las sociedades deben estar fundamentadas en la solidaridad y el compañerismo, ya que la falta de ambas cualidades sólo fomenta la injusticia y la ilegitimidad. El ser humano es un ser sociable por naturaleza, lo lleva en los genes y en la sangre, por lo tanto eliminando las facultades dichas anteriormente se destruye no otra cosa que al propio ser humano.

lunes, 27 de febrero de 2012

Ángeles

Soñando, soñé que los ángeles volaban a mi al rededor cobijándome bajo las múltiples plumas con cuya suavidad me sentía protegido. Soñé con ellos durante días, meses e incluso años. Un día desaparecieron, no sabía que podía haber ocurrido. Estuve pensando en ello bastante tiempo pero no llegué a concluir que era lo que había pasado. A veces echaba en falta aquel mundo idílico con los seres alados, ese paraíso blanco suave y reconfortante. Pasaron los años y fui olvidando aquellos sueños que de pequeño me aparaban bajo la profunda noche. La semana pasada me acordé de mis amigos oníricos y le conté a una "amiga" mis sueños con los ángeles. Hablando del tema con ella, me di cuenta de porque los ángeles ya no estaban en mis sueños. Esa misma noche se me aparecieron iracundos dándome la clave del misterio aunque yo ya lo había resuelto. La mañana siguiente decidí contarle a mi amiga el por qué dejé de soñar con los ángeles y el por qué estaban furiosos conmigo. Le dije lo siguiente: "Los ángeles están enfadados conmigo porque en vez de soñar con ellos sueño contigo".

jueves, 9 de febrero de 2012

A las puertas del cielo

Llorando desconsolado pedí que se me devolviera algo que no estoy muy seguro de que alguna vez hubiese sido mio. Despojado de todo en lo que había creído y anonadado tras lo sucedido, me arrastré hasta una casa a la que ya ni siquiera podía llamarla mi hogar. Preparándome para recibir un nuevo bofetón, porque estaba convencido de que lo habría, me deslice hasta la cama con un único pensamiento, sólo nací y sólo moriré. Al día siguiente, maleta en mano, me dirigí al primer sitio que se me pasó por la cabeza. Altas y esbeltas columnas de mármol, paredes decoradas con pinturas color pastel adornadas de dibujos esculpidos en la piedra y en el centro un enorme reloj que marcaba la hora, eran las puertas a mi nueva vida, mi nuevo mundo. El grandioso señor del tiempo me mostraba que volvía a nacer a las nueve de la mañana de un día caluroso de agosto. El largo monstruo de acero debía llevarme a mi nueva vida que con grandes esperanzas deseaba que fuera mejor que la anterior. Una mujer con cara pálida y cansada me ofreció lo que sería mi sustento hasta que pasaran una horas. El sudor resbalaba por mi frente acalorada y se precipitaba sin cesar por mucho que intentara inútilmente secarlo con ímpetu. Un hombre sentado a mi lado me pidió mi nombre. Por un momento mi subconsciente me jugó una mala pasada y se asió con fuerza a un pasado que me era difícil recordar. No obstante, conseguí sobreponerme y contesté que no tenía nombre. El hombre me dijo que no le tomara el pelo, se giró y no volvió a hablarme. Sin embargo, aquel señor me había planteado una incógnita, necesita un nombre nuevo. Al cabo de unos instantes respondí que me llamaba Alejandro Dumas y me aventure a decirle que, como el propietario original de ese nombre, era escritor. Él por su parte, y siguiendo el juego, me dijo que se llamaba Rafael Alberti. Conversamos animadamente durante horas hasta que el revisor anunció mi parada. La estación no era de lejos tan majestuosa como de la que había partido, pero me dije a mi mismo que tenía un encanto natural que me hacía preferirla. No estaba siquiera cubierta, de hecho no era más que un apeadero. Empero, lo que había a su al rededor era lo que sin duda marcaría mi vida de ese momento en adelante. Largas hileras de nubes, trozos de estrellas y miles de plumas blancas me daban la bienvenida a mi nueva vida, una más allá de la muerte.

lunes, 30 de enero de 2012

Perdón a un iluso

El último adiós, la mirada final, el penetrante desasosiego que cadencioso atormenta mi ser tan miserable como mundano. Cada día de mi luctuosa vida me arrepiento del momento que, lejos de incomodarme al recordarlo, me transporta a una época que rebosa ternura y confianza. Cierto, duele perderlo, sin embargo dolería más no haberlo tenido jamás. Es curioso como las palabras son dueñas de nuestra vida más incluso que nuestros actos. Una palabra cambia el rumbo por completo de las situaciones y las impresiones, un gracias, un perdón... Mi periplo por el mundo de las sombras, que atrapado me mantiene, anuncia una longeva vida repleta de las más tediosas desdichas lejanas a una vieja fortuna que antaño presagiaba felicidad en abundancia. Esa palabra que lo podría haber solventado todo y que, más por codicia que por orgullo, me guardé para mi. Aquel periodo de mi vida fue una orquesta de lascivas miradas y sicalípticos actos que llenaban mi ser hasta el interior más profundo. Mi perfecta biografía de infortunios manchada con la alegría de unos días. Si algún día consigo que las palabras recobren la fuerza de otros tiempos, las primeras serían lo siento.
El perdón es el agua que extermina los incendios del alma.

lunes, 9 de enero de 2012

Un amigo y lo aciago que se siente uno tras su pérdida

Intento recordar que fue aquello que me amilanó tanto en su momento. Aterrado escapé corriendo de la casa de mi amigo sin mirar atrás y sin siquiera despedirme. Cuando llegué a casa me reprendí por ser tan medroso. Mi amigo por su parte impertérrito no se sobrecogió lo más mínimo, cosa que mermó mi confianza hacia mi razón pues ésta no para de avisarme de que había estado en peligro como si de un radar se tratara. Cuando logré calmar mi respiración entrecortada y pude concentrarme, repasé los hechos y lo único que era capaz de rememorar era una angustiosa sensación en el pecho como si el aire no quisiera penetrar hacia mis pulmones mas sabía que respiraba sin problemas. Tras unos minutos cavilando decidí volver a casa de mi amigo a disculparme por mi inexplicable comportamiento que debió sorprender tanto a mi compañero. Nada más llegar a linde de la parcela esa sensación de agonía e impotencia volvió a aparecer, no obstante me armé de valor y continué avanzando. Con cada paso mi congoja iba en aumento y mis deseos de desvanecerme del lugar se incrementaban a su vez. Con el décimo paso las piernas me fallaron, o eso pensé yo, porque lo siguiente que recuerdo es estar tendido en el césped con mi amigo a mi vera. Sin embargo era él el que me había tumbado o eso me explicó más adelante. Según su versión había perdido el conocimiento pero me había mantenido de pie sin dificultades. Con el tiempo tanto mi amigo como yo decidimos olvidarnos del acontecimiento aunque no volví a poner un pie en el hogar de mi camarada. Con los años nos fuimos distanciando. Él se fue a estudiar al extranjero y yo me quedé en el conservatorio de la ciudad impartiendo lecciones de solfeo. Un día sin saber muy bien por qué regresé a mi casa dando un rodeo y pase por el caserón donde antes habitó mi viejo amigo. En ese momento estaba ocupado por personas que debieron adquirir la propiedad hacía tiempo. En ese momento lo que sentí no fue abatimiento y desesperación sino pena y tribulación por no poder volver a ver a mi antigua amistad a la que me encantaría ver aunque fuese en detrimento propio por aguantar el dolor que me producía su casa misteriosamente. Mi desazón fue elavándose con los días pues cada día sin faltar uno pasaba por delante de la casa. Una tarde mi perdida se convirtió en mi puñal y la vieja casa mi tumba y el asesino no fue más que aquello que perdí. La pena acabó con mi vida como si de arena se tratase. La familia que allí vivía me encontró y llamaron a una ambulancia. Ahora años después y con la ayuda de muchos psicólogos mi viva se consiguió salvar. Los médicos me aconsejan reposo y una vida tranquila, pero yo sigo buscando en secreto aquel amigo que perdí por mi cobardía. Un amigo es el apoyo que mejor soporta la vida de las personas, no se debe permitir que nada ni nadie separe a dos buenos amigos.

martes, 3 de enero de 2012

La estrella :)

Estaba emocionado. Hacía cerca de un año que lo esperaba con ansiedad y estuvo pronto cuando oyó unos pasos en el comedor. Raudo saltó de la cama y a paso de caracol, con mucho cuidado de no ser escuchado, se aventuró en el largo pasillo que desembocaba en el recibidor. A media distancia de éste se hallaba el comedor con el preciado y cadencioso murmullo del aire nocturno de la periferia mallorquina. Al llegar ante la puerta de la sala con el supuesto pero preciado tesoro se adentró mas cual fue su sorpresa de no encontrar aquello que buscaba. La estancia seguía como habitualmente. Su mesa donde cada día la familia se reunía permanecía en su sitio, los sofás carentes de ilusión continuaban en frente de la televisión, hogar de sus sueños y esperanzas matutinas hasta que llega la hora de irse a la escuela. Apunto estaba de volver a su habitación cuando se percató de una pequeña llama que alumbraba la terraza cuya puerta abierta a sus propósitos permitía ver el fulgor de dicha lumbre. Salió a ésta pertrecho con, tan sólo, su pijama, su albornoz y sus pantuflas. Fuera pudo contemplar a una pequeña estrella que extraviada del firmamento parecía sonreirle. Poco tardo el astro en saber de su presencia y salió disparado hacia el cielo donde sus compañeras lo aguardaban. Con la vista dirigida a las alturas y con los ojos con lágrimas contenidas de asombro se presentó ante sí una escena que cerca de parecer soñada fue bien real. Las ovejas pastaban, en un día esplendido, en las praderas mallorquinas y los caballos galopaban libremente sin ataduras ni tapujos. El ser humano parecía no existir en esta realidad o por lo menos no hacía acto de presencia. Todo era feliz y próspero. De repente todo se oscureció, la noche había llegado y el cielo lejos de ser tan estrellado como el que acababa de ver era totalmente yermo, vacío salvo por una sola estrella la estrella que le había sonreído y a la que él correspondió de la misma forma.
A la mañana siguiente despertó con la imagen de la estrellita gravada en su cabeza. Su madre fue a despertarle con una noticia que cambió su semblante de anonadado a jubiloso ¡Habían venido! Corriendo se precipitó por el largo pasillo llegando al comedor que esta vez si había sufrido un gran cambio. Los regalos rebosaban en los sillones y los dulces desparramados por la mesa dejaban entrever una nota que asomaba vergonzosa entre las monedas de chocolate. La nota decía así: Recuerda que las estrellas son la guía que nos lleva a todas las partes del mundo. Encuentra tu estrella y si lo has hecho acuérdate de ella, nunca se sabe cuando te hará falta ;)