martes, 4 de octubre de 2011

El bar y el orgullo perdido

Estaba sentado en su sitio habitual. Era medianoche. Pensaba en como podía haber llegado hasta este punto mientras, con la mirada perdida, observaba su vodka violeta. Éste había sido siempre su bebida predilecta. Entonces una voz le sobresaltó sacándolo de sus profundas reflexiones: "¿A qué hora piensas irte hoy?" El hombre tardó un rato en reaccionar. "No muy tarde Conrad." Respondió. "No quiero molestar" Apostilló. "Sabes que a mí no me importa, tómate el tiempo que necesites." Dijo saliendo por la puerta para empleados. Conrad era el camarero del Cisne Blanco, el local que cada noche frecuentaba. Lo conoció la primera noche que visitó aquel antro, bueno por aquel entonces era el pub más fastuoso de toda la ciudad. Aquel día había sido el día en el que su vida cambió dando un giro de 360º. Mejor será que explique lo que pasó:
Axel era el típico empleado de una gran empresa, un triunfador con mucha clase dispuesto a comerse el mundo. Sin embargo, un día su jefe lo llamó, y entonces empezaron los problemas. Cuando entró al despacho de su superior, se percató que su caudillo no llevaba el aspecto jovial que lo caracterizaba. Tenía unas ojeras prominentes, el pelo enmarañado y desgarbado y su traje de Victorio y Lucchuino, del que tanto solía presumir, estaba sucio y parecía que lo tenía desde hacía lustros. Entonces le habló: "Axel, me temo que traigo malas nuevas." Un nudo se empezó a formar en su garganta. El jefe siguió. "En los últimos años la empresa ha ido de capa caída y no disponemos de un presupuesto lo suficientemente amplio como para abordar todos los gastos de los diferentes departamentos de la compañía." Mientras hablaba el nudo seguía enrollándose más y más, tanto que hasta le costaba decir frases tales como y lo sé señor. El director de la empresa proseguía. "Uno de los departamentos que menos beneficios nos reporta y que mas gastos produce es el tuyo Axel. Así que, a mi pesar, debemos clausurarlo." Ahora venía lo que más miedo le daba. "Axel hemos de prescindir de tus servicios, estás despedido". Tras esa frase salió del despacho sin inmutarse siquiera. Por qué no dijo nada me es un misterio, pero supongo que aquel nudo del que os he hablado se había hecho de tal envergadura que le era imposible articular ni una palabra. Así que recogió todas sus pertenencias y se dirigió a su coche para recorrer el largo trecho que le separaba de su casa.
Al llegar lo primero que se encontró fue que la casa estaba completamente vacía pese ser más de las diez de la noche. Su mujer debía de haber llegado ya, su turno en la fábrica acababa a las siete de la tarde. Fue por el pasillo hasta su cuarto para cambiarse y descansar de la fatigante jornada que había tenido. Cuando alcanzó el linde de la puerta, automáticamente se fijó en el galimatías que allí había montado. Lo primero que pensó fue que habían entrado a robar y que su mujer podría estar en peligro, pero luego se percató de la nota que reposaba en la almohada. La cogió con delicadeza y, una vez la hubo leído, las lagrimas empezaron a desbordarse por sus ojos. La nota era una carta de despedida, y decía así: Axel, mil gracias por todas las risas, todas tus alharacas de afecto ocasionales y todos los ratos que disfrutamos juntos. Te escribo esto porque no sabría como decírtelo a la cara. Hace meses que me estoy planteando lo que te voy a decir. Mi vida ha sido una tormenta de desgracias una tras otra, lo único bueno de esta vida ha sido conocerte. Hace tiempo que me despidieron del trabajo aunque tú no lo sabías.Además me han pasado un montón de cosas que tú ya sabes. Lo único que me sostenía eras tú. Empero siento que soy una carga para ti. Por eso he tomado la decisión de dejar este mundo para vivir feliz en el siguiente. Te esperaré. Vive ufano y sobretodo espero que puedas perdonarme. Me llevaré conmigo el colgante que me regalaste cuando nos conocimos para que te guíe cuando me busques en el cielo. No hay suficientes palabras para expresar lo que siento por ti. Te quiero. Pasaron horas y él seguía sentado en la cama plañendo y reflexionando. Pensó en suicidarse para seguir a su amada Valentina, pero no tenía el valor suficiente y además estaba lánguido.
El tiempo transcurría y aún no se decidió a moverse. Al llegar a la una de la madrugada, sintió la acuciante necesidad de emborracharse. Cogió el coche y fue a la parte de la ciudad donde había mayor concentración de bares. Vio uno que le llamó la atención y estacionó el auto. Entró y le preguntó al camarero que le recomendaba. Éste le dijo que el vodka violeta era la especialidad de la casa. El pidió uno y que le dejaran la botella. Desde entonces cada noche va a ese bar, incluso cuando pasó de moda. Allí iba ahogando sus penas en el vodka violeta.

2 comentarios:

  1. Me parece que te estás enganchando al blog. Me gustan mucho tus entradas (tanto las reflexivas como las de ficción). Continúa así : )

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  2. En realidad todas son reflexivas, te hacen pensar sobre algo pero sin argumentar del todo mi posición al respecto, por lo menos no del todo. :P

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